Concurso de Microrrelatos ORO: RELATO GANADOR, por Iraida Salcedo

¡Buenas tardes, escritores!

Ha llegado el momento. Ya comenzamos el fin de semana y, para celebrarlo, les compartimos el relato ganador de nuestro concurso más reciente, creado por la autora venezolana Iraida Salcedo.


La quema de Judas

Cuando arde la traición.

    Cada Domingo de Resurrección, cuando el sol comienza a inclinarse hacia el ocaso y la brisa huele a humo y esperanza, el pueblo se transforma. Las calles polvorientas se llenan de voces, de risas nerviosas, de preparativos que llevan días gestándose en secreto y en comunidad. Porque ese día, como cada año, va a arder el Judas.

     Nadie olvida lo que representa. No es solo un muñeco de trapo y papel periódico, no. Es el símbolo de todas las traiciones, de los engaños políticos, de las mentiras familiares, del vecino que falló, del amigo que prometió y no cumplió, del corazón que se rompió sin aviso. Cada uno, en silencio, le carga su propia historia. Le clavan en la ropa los errores del año, y a veces, hasta una carta escrita con rabia, con dolor, con necesidad de liberación.

     Los niños lo miran con ojos grandes, entre la curiosidad y el temor. Para ellos es un rito mágico, una especie de justicia antigua que no entienden del todo, pero sienten vibrar en los adultos. Las mujeres del pueblo, con pañuelos en la cabeza y manos de siglos, lo visten con trapos viejos y lo sientan en una silla de madera, como si fuera un culpable en el banquillo. Algunos le pintan la cara de alguien conocido, otros le ponen máscaras de políticos, de tiranos, de figuras que el pueblo no perdona.

     Cuando la hora llega, el tambor comienza a sonar. Es un ritmo ancestral, como un latido que se acelera. Todos se acercan en silencio. El Judas ya está empapado de gasolina, lleno de fuegos artificiales escondidos, esperando su destino. Y entonces, alguien —generalmente el mayor del pueblo, o el más sabio, o el más herido— enciende una antorcha.

     El fuego lo toma sin pedir permiso. Primero una llama tímida, después una llamarada furiosa. Y el Judas cruje, estalla, chispea. El cielo se llena de chispas, y la gente grita, aplaude, llora, ríe. Es una purificación colectiva. No solo se quema el muñeco: se quema el rencor, el dolor, la impotencia. Se libera el alma.

    Y mientras las cenizas vuelan como pequeñas mariposas negras, alguien dice en voz alta, con una mezcla de fe y cansancio:

—Ahora sí… que venga la paz.

Y el pueblo, al unísono, siente que ha renacido.

FIN

Comentarios

  1. Un excelente microrrelato que retrata el rostro de la traición en todas sus dimensiones
    Felicidades, Iraida.

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