Reflexión: "Negocié con mis propios demonios", de Diana Zamora
Negocié con mis propios demonios He pasado meses —no días, no semanas, meses— caminando por todos los pasillos mugrientos del infierno. No el infierno, aclaro, sino uno de los muchos que existen. Porque al parecer, hay infiernos por catálogo, y yo, como buena terca, me metí en uno que ni el mismísimo diablo recomienda. Después de tanto trajinar, logré sentar a todos mis demonios en una especie de mesa redonda emocional. Sí, a todos. A los gritones, los pasivo-agresivos, los saboteadores profesionales, los que lloran en silencio mientras te empujan al abismo, y hasta al que solo aparece cuando hay pizza y decisiones importantes. Con ellos tuve que negociar la paz, como si fuera una cumbre internacional de entidades neuróticas. Les pedí —con voz temblorosa y un poco de sarcasmo— que volvieran a sus respectivos cubículos mentales. No porque los odie, sino porque al parecer me han dado permiso para mudarme a otro plano… digam...